lunes, 16 de mayo de 2011

Monologo


Sigo mirando fotos.
Las fotos me siguen mirando.
Hay un abismo entre nosotras.
Sólo recuerdo el momento del flash.
Un fogonazo. Es lo único que sé de ellas.

Un segundo antes de morir nos transformamos en una “cosa”, en algo que no tenía que ser. Temor y Temblor. Sólo el recuerdo nos recuerda, y nos hunde en el pasado, nos quita toda posibilidad de presente.
Saqueo.
Vandalismo.
Vaciamiento.
En medio del silencio descomunal de la fatalidad revelada, de la verdad de la propia extinción silenciosa, estoy vacía. Quiero estar. No quiero no estar. Lo sé, lo siento. Entre la garganta y el pecho. Ese es mi territorio desde siempre. No conozco nada más allá de esas fronteras.
El mundo no se detuvo jamás para mí, nunca dejó de girar…ni un segundo siquiera.
Ni siquiera.
La fuerza centrífuga es mi enemiga.
Inescrupulosa, se chupó mis sueños. Los escupió hacia atrás. Me empujó hacia delante. Off side. O-f-f  s-i-d-e.
Creo que hoy debería llamar a mi familia, a todos, todos los miembros, hasta los más lejanos, uno por uno, y escuchar su voz…
Escuchar su voz…
Uno nunca sabe.
Desmalezando. Estoy desmalezando. No hay sueño posible, ningún sueño es posible. Desmalezando. Todo sueño es un imposible. Desmalezando. Todo es imposible. Nada es posible. Será posible…
Algún día todas las almas del mundo van a revelarse, hartas del maltrato, del maltrato de los libros horrendos, de los pasatiempos vulgares, de las canciones hechas para la radio, de los controles remotos, de los tres platos de tallarines del domingo al mediodía y la media docena de facturas con crema pastelera una hora después.
Van a revelarse y hacer silencio, para que sepamos quiénes somos. Desmalezando. Un silencio de espejos, van a hacer. Para no mentirnos más. Agarrate Catalina.
La luna se refleja en el agua de un río.
El río se seca.
Queda la memoria del reflejo.
Y la luna espera.
Uno nunca sabe. Uno nunca quiere saber . “Lo que hubiese sido si…”. A veces es mejor no preguntar. Algunas respuestas son frías, un enorme bloque de hielo que congela el ambiente en segundos.
Después, al calor del acostumbramiento, recuperamos nuestros signos vitales.
Pero el espíritu no olvida. La grieta, la falla, el momento de fractura.
Temor y temblor.
Frente a la inmensidad del abismo, sólo recuerdo el momento del flash.
Inmóviles, secas en el retrato, las figuras sufren en el futuro el dolor de una inocencia que partió.
Un fogonazo. Es lo único que sé.

Autor: Darío Szraka

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